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Democracia en recesión.

¿Por qué el Perú, siente un grado tan alto de insatisfacción con la democracia, por qué la democracia tiene el mismo nivel de satisfacción que el actual Congreso de la República, en qué ha fallado el modelo?

Hernán.

Publicado: 2023-08-22


Es evidente que el juego político en Latinoamérica está cambiando. Cambia como cambian las cosas con el tiempo; como cambian las personas de opinión, de preferencias, de deseos. Esa necesidad de buscar el cambio atiende única y exclusivamente a una cosa: al descontento. Y es que Latinoamérica vive descontenta desde hace décadas, desde hace siglos. Descontenta por no haberse podido sacudir el lastre de la pobreza, de la falta de empleo, de la paupérrima educación y la eterna enfermedad que vive su salud. Descontenta de dar confianza y a cambio recibir indiferencia. De elegir representantes que solo se representan a sí mismos y a su deseo enfermizo de acumulación de capital. Y es que así, es natural que, si elegimos a unos y nos fallan, luego elijamos a los otros. Si elegimos a los otros y éstos también nos clavan el puñal, elijamos luego a los primeros, aún cuando eso nos suponga mayor enfado y frustración; y así persécula seculorum.

Porque así son las reglas del juego democrático. Ese sistema de gobierno que, durante siglos, desde Grecia hasta hoy, se ha mostrado como el más funcional y equitativo para el correcto funcionamiento de las naciones. El siglo XX. empezó con veinte democracias y hoy alcanza las ochenta. Sin embargo, la democracia parece ahora estar enferma, convaleciente, en quiebra o en recesión. Un reciente estudio de Latinobarómetro muestra que sólo el 48% de los latinoamericanos se encuentra satisfecho con el desempeño de la democracia como sistema de gobierno; 15 puntos porcentuales menos que en 2010. Por contraposición, es natural que esa disminución se vea reflejada en otros intereses, por lo que las figuras autoritarias tienden a ser más atractivas. Un 17% de los encuestados respalda la expresión: "un gobierno autoritario puede ser preferible". De ese segmento, 20% de jóvenes entre 16 y 25 años, considera la necesidad de un gobierno de “mano dura”. E ahí el germen de las nuevas figuras políticas que basan el discurso en el insulto, la mentira, el ataque indiscriminado; ese neo-populismo que se muerde la cola atacando al establishment, si es que éste aún existe en la región. Ese descontento que vive la región no puede verse canalizado, si no es, hacia figuras que derrochen rabia, ira y frustración. Figuras que con esas características generan identidad con el elector. Figuras que amenacen con patear el tablero, que todos queremos patear.

Una paradoja muy significativa es que El Salvador cuenta con un nivel muy alto de satisfacción hacia el modelo, con un 64% de los encuestados, más del doble del promedio en la región (28%). El Salvador de Bukele, ese que es visto fuera de sus fronteras como un gobierno autoritario y de mano dura y al que muchos analistas pronostican como el futuro nuevo dictador.

Al otro lado de la balanza, es Perú quien llama poderosamente la atención al tener un preocupante 8% de satisfacción con el modelo. El índice más bajo de la región, salvo por el caso de Haití, ese estado fallido que desde la caída de Jean-Bertrand Aristide no ha podido encontrar la vía de salida y se encuentra hoy en una crisis tal, que está ad-portas de que ser internacionalmente intervenido. En el Perú, pese a que el 50% apoya el modelo democrático, el 91% está insatisfecho con él. Parece confuso, pero no lo es. Y es que el nivel de satisfacción es un indicador de desempeño, pero no el único, por lo que es posible “reconocer al jefe, por ahora, pero no estar satisfecho con su gestión.”

¿Por qué el Perú, siente un grado tan alto de insatisfacción con la democracia, por qué la democracia tiene el mismo nivel de satisfacción que el actual Congreso de la República, en qué ha fallado el modelo?

Todas preguntas complejas y de difícil atención. Un punto de partida que creo nos puede ayudar a entender el problema, es la errónea creencia de que el modelo es el fallido, cuando a mi entender el modelo solo es el reflejo del grado de maduración de la comunidad; del entendimiento del pacto social, de las reglas de juego para la búsqueda de paz y prosperidad. Hoy el peruano se califica a sí mismo con un ocho sobre cien en su propio desempeño; aunque éste no lo sepa .

Latinoamérica está fuertemente involucrada con modelos presidencialistas. Un modelo que es en buena cuenta, uno de los motivos más importantes en la generación de este desalentador indicador. En el caso peruano nos encontramos con esta triste realidad: todos los expresidentes del Perú vivos, democráticamente elegidos por voto popular, universal y secreto, están o estuvieron presos, perseguidos o condenados por la justicia: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Pedro Castillo. Si a esa lista le sumamos, congresistas, ministros y otros altos funcionarios, esta columna sería inacabable. Argentina, Ecuador, Bolivia, Colombia, Brasil, entre otros, no son la excepción. Todos tienen en su haber, una deuda generosa con sus pueblos en términos de gobierno eficiente, pero sobre todo honrado.

Los presidentes salen de la comunidad, al igual que los ministros y los congresistas. Todos ellos fueron formados en sus comunidades, en sus escuelas, en sus familias; funcionarios que en cuanto se calzan el traje del poder, incrementan sus patrimonios con la misma velocidad con la que incrementa la insatisfacción de la población. Y lo mismo sucede con los partidos políticos, que actualmente cuentan con igual o mayor descrédito que los entes de gobierno. Pues éstos, son solamente el agente intermediario entre la sociedad y el poder. A sociedades corruptas, partidos corruptos. A partidos corruptos, gobiernos corruptos.

Tratar de esbozar la causa concreta de esta tendencia en la región, requeriría más que de una columna, de un tratado, y esa no es mi intención. Sin embargo, sí lo es, el poner en evidencia, aunque sea tangencialmente la vinculación entre la madurez de la comunidad, y la fortaleza o debilidad de los gobiernos. Aquellos países democráticos con, por ejemplo, un altísimo grado de identidad de su población con respecto a su nación, suelen tener los mejores indicadores de rendimiento, no solo en términos de democracia, sino en términos de paz y de prosperidad, sean estos de corte liberal, socialista o republicano. Si un hilo conductor he encontrado en nuestra vasta literatura republicana, es la falta de identificación del peruano con el Perú, desde su fundación. En los países donde el sentimiento de pertenencia a la comunidad es mayor al imperio del individualismo, la posibilidad de alcanzar el éxito, medido en términos de producción, bienestar y felicidad, siempre será mucho mayor.

El Estado de Bienestar requerirá siempre un enorme grado de desprendimiento y empatía, en tanto el resultado del arduo trabajo nunca será para uno, sino para los que vendrán.

Que la democracia no esté dando los frutos esperados, no atiende necesariamente al fracaso del modelo como tal. Porque para acabar con la violencia, por ejemplo, no es necesario rastrillar el arma y empezar a disparar. Basta con tener sistemas de justicia que cumplan con el mandato de la ley. Una Policía que no se venda y no se compre. Una Fiscalía y un Poder Judicial que solamente acaten lo que ya la ley impera. Un sistema penitenciario que haga honor a su razón de ser y cumpla con privar a cada reo de los derechos que la ley establece; cárceles que dejen de ser hoteles transitorios para delincuentes; espacios de convivencia que más que buscar su rehabilitación, son centros de operación de la criminalidad.

La democracia, especialmente en el Perú, está infectada de ese virus mutante y peligroso llamado corrupción. Un virus que carcome cada hueso, cada músculo, cada institución. Es urgente el antibiótico. Es imprescindible centrar todos los esfuerzos en el virus, porque el paciente languidece, se ahoga, el paciente no da para más.


Escrito por

Hernán Díaz E.

Mg. en Derecho Corporativo y Finanzas. Abogado, empresario, emprendedor. Columnista y analista político.


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